Aquí estoy. Como cada noche antes de irme a dormir, el ritual de siempre. Me
he lavado los dientes, me he echado crema en la cara, me he lavado las manos y
me he deshecho la coleta y cepillado el pelo, arrancado algún mechón y he
vuelto a recoger mi suave melena en una coleta para combatir el calor de la
noche.
Pero esta vez me he parado a mirarme, me he fijado en mi cara poco a poco,
parte por parte; la frente, la nariz y esa cicatriz que cada vez se reconoce
menos, mis labios, cada lunar que tengo, que no son pocos, mis ojeras fruto de
los madrugones…
Quizás mi cara siga siendo la misma que hace tiempo atrás o quizás no. Esta
noche me he topado con una medio sonrisa dibujada en ella sin ninguna razón
aparente, eso hace unos meses no está ni por asomo ahí. Se me ha escapado una
lagrima, eso se parece a meses atrás, pero esta vez ha sido fruto de la emoción
contenida, del conmoverme, del recordar y verme ahora.
Y es que, aunque quizás mi cara guarde un gran parecido a estos meses atrás,
mi yo interior, mi corazón no. Ahora comienza a estar entero, es decir, hace
meses se rompió, me rompí y parecía que iba a quedar así para siempre. Se que
no va a volver al de antes, ni que yo voy a volver a ser la misma, pero tampoco
quiero que sea así.
Durante este tiempo he aprendido cosas, me he dado tiempos para conocerme,
para saber que cuando tengo un nudo en la garanta que parece que me voy a
ahogar lo único que necesito es ponerme una banda sonora de una de esas películas
ñoñas que tanto me gustan y llorar, no por nada ni por nadie, solo porque
necesito descargar, limpiarme, vaciarme para poder volverme a llenar de vida. He
aprendido que la noche antes de algo importante me duele la tripa, que también tengo
nervios y que por mucho que lo intente no soy de acero. He aprendido a
superarme y mandarme mensajes positivos, sobre todo cuando corro, pero poco a
poco lo voy derivando a mi dia a dia, a los estudios. He aprendido que mil
post-it en la ventana, con mis mensajes positivos me ayudan a recordar porque
estudio y a centrarme y rendir en ello. Que cuando me agobio, nada parece estar
bien, mi cabeza va a mil por hora y voy a explotar, lo que necesito es salir a
correr, ponerme la música a tope y dejarme llevar a cualquier lado hasta que el
cansancio diga “no más” y entonces me demostrare a mi misma que no hay límites
y que puedo un poco más que el dia anterior. He aprendido que pedir un abrazo
no me hace menos, que mostrar lo que siento me hace persona y que ser valiente
no implica no tener miedo. Me he enamorado este año de mi familia y su apoyo
incondicional y de esos amigos que siempre han estado ahí, incluso en los
momentos que menos me lo merecía.
Y cuando menos lo esperaba, han aparecido personas fantásticas en mi vida
que me dan lecciones diarias de amor, servicio, humildad, entrega… que me hacen
sentir que el Padre vela por mí y me cuida, con los de siempre y con ellos, que
no estoy sola y que también tengo un servicio que hacer, pero antes de ponerme
a ello en cuerpo y alma como él me sueña, tengo que dejarme sanar y cuidar. Ahora
se que para poder volver a preguntarle ¿Dónde puedo amar mas y mejor? Tengo que
dejarme amar. Porque no se puede dar de lo que no tienes, y se que últimamente lo
estoy recuperando porque me estoy dejando querer. Un paso dado. Con el primer
paso se empieza el camino, ¿no?
Vuelvo a mirarme, sonrío, y esta vez la sonrisa no es media, sino que se
dibuja en toda mi cara. Algo esta cambiando. Me estoy reecontrando. Me estoy
recomponiendo. Me estoy cuidando y curando.