viernes, 25 de julio de 2014

“Cuando algo te toca el corazón, te cambia la vida.”

Y así ha sido, a mi estas dos semanas me han cambiado la vida. No se si el computo final de la experiencia es positivo, es negativo o se queda empate entre uno y otro, pero se que me ha cambiado la vida.

Cuando conoces una realidad tan de cerca, con caras y nombres, con historias conmovedoras, no te pueden dejar indiferente.

El sentir un abrazo de un enano cuando tienes un día malo, eso no lo paga el dinero.

El oír las palabras te quiero con tanta espontaneidad, naturalidad y sencillez, me ha hecho sentirme querida, pero sobre todo ha removido en mi la poca capacidad que yo tengo de usar esa palabra, me ha hecho darme cuenta que no se decir te quiero, ni si quiera a las personas más importantes de mi vida.

He aprendido que toda familia está formada por personas muy diferentes, pero todas igual de importantes, porque cada una de ellas tiene una serie de dones, de heridas, una historia que le hace ser como es. Poner todo eso al servicio de los demás, desde lo mejor de uno mismo, es lo que hace crear vínculos de amistad, de familia, de unión de los unos con los otros.

Me he reconocido pobre, y me reconozco a día de hoy pobre. No de lo material, porque de eso me sobra, me reconozco llena de carencias, con heridas aun abiertas y que no soy capaz de cerrar y eso me impide avanzar.

Pero también, aunque no me pareciera posible también me ha ayudado a reconocer mi parte buena, y aprender de mí. A ponerle palabras a sensaciones que no era capaz de nombrar, a conocer algunos de mis dones que para mi parecían inexistentes y a recordarme otros que había olvidado.

He comprendido la importancia que tiene el sentirse como en casa, el encontrar tu lugar y todo lo que ello supone, las consecuencias que trae consigo.

He aprendido que muchas veces dar por supuestas las cosas no trae nada bueno. Que aunque la pregunta y la respuesta día a día sea la misma, el formularla es la oportunidad a descubrir algo distinto algún día.

La amistad, el estar ahí para el otro en cualquier momento, pese al cansancio, a las pocas ganas o a lo mucho que hacer. Me llevo la mochila cargada de muchos momentos en los que gracias a la amistad, he reparado algún golpe recibido en el camino.

He comprobado que los abrazos son la mejor cura, que una caricia en el brazo puede decir y hacer sentir mucho mas que una palabra, que el silencio es un regalo que pocas veces sabemos valorar y que también es importante hablar lo que siento y pienso para que otros me puedan ayudar, porque pedir ayuda, no me hace menos.

He descubierto la importancia de mi familia. He sentido el apoyo incondicional de mis padres en todo momento, su cariño y cuidado. He recibido la aprobación de mi hermano en un proyecto, que naciendo de Dios y llevado a cabo desde la fe, a el le removía cosas por dentro. He encontrado el abrazo de reencuentro con mi hermana, y la calidez que ellos tienen.

Es momento de dejar que todo esto resuene dentro de mi, que se apodere de mi corazón y me ayude a encontrar la manera de resituarme y para ello, me mueva a ponerme en búsqueda.

Tengo mucho que pensar, tengo mucho que valorar y mucho que reparar.