miércoles, 22 de julio de 2015

Algo en mi ha cambiado.

Aquí estoy. Como cada noche antes de irme a dormir, el ritual de siempre. Me he lavado los dientes, me he echado crema en la cara, me he lavado las manos y me he deshecho la coleta y cepillado el pelo, arrancado algún mechón y he vuelto a recoger mi suave melena en una coleta para combatir el calor de la noche.
Pero esta vez me he parado a mirarme, me he fijado en mi cara poco a poco, parte por parte; la frente, la nariz y esa cicatriz que cada vez se reconoce menos, mis labios, cada lunar que tengo, que no son pocos, mis ojeras fruto de los madrugones…
Quizás mi cara siga siendo la misma que hace tiempo atrás o quizás no. Esta noche me he topado con una medio sonrisa dibujada en ella sin ninguna razón aparente, eso hace unos meses no está ni por asomo ahí. Se me ha escapado una lagrima, eso se parece a meses atrás, pero esta vez ha sido fruto de la emoción contenida, del conmoverme, del recordar y verme ahora.
Y es que, aunque quizás mi cara guarde un gran parecido a estos meses atrás, mi yo interior, mi corazón no. Ahora comienza a estar entero, es decir, hace meses se rompió, me rompí y parecía que iba a quedar así para siempre. Se que no va a volver al de antes, ni que yo voy a volver a ser la misma, pero tampoco quiero que sea así.
Durante este tiempo he aprendido cosas, me he dado tiempos para conocerme, para saber que cuando tengo un nudo en la garanta que parece que me voy a ahogar lo único que necesito es ponerme una banda sonora de una de esas películas ñoñas que tanto me gustan y llorar, no por nada ni por nadie, solo porque necesito descargar, limpiarme, vaciarme para poder volverme a llenar de vida. He aprendido que la noche antes de algo importante me duele la tripa, que también tengo nervios y que por mucho que lo intente no soy de acero. He aprendido a superarme y mandarme mensajes positivos, sobre todo cuando corro, pero poco a poco lo voy derivando a mi dia a dia, a los estudios. He aprendido que mil post-it en la ventana, con mis mensajes positivos me ayudan a recordar porque estudio y a centrarme y rendir en ello. Que cuando me agobio, nada parece estar bien, mi cabeza va a mil por hora y voy a explotar, lo que necesito es salir a correr, ponerme la música a tope y dejarme llevar a cualquier lado hasta que el cansancio diga “no más” y entonces me demostrare a mi misma que no hay límites y que puedo un poco más que el dia anterior. He aprendido que pedir un abrazo no me hace menos, que mostrar lo que siento me hace persona y que ser valiente no implica no tener miedo. Me he enamorado este año de mi familia y su apoyo incondicional y de esos amigos que siempre han estado ahí, incluso en los momentos que menos me lo merecía.
Y cuando menos lo esperaba, han aparecido personas fantásticas en mi vida que me dan lecciones diarias de amor, servicio, humildad, entrega… que me hacen sentir que el Padre vela por mí y me cuida, con los de siempre y con ellos, que no estoy sola y que también tengo un servicio que hacer, pero antes de ponerme a ello en cuerpo y alma como él me sueña, tengo que dejarme sanar y cuidar. Ahora se que para poder volver a preguntarle ¿Dónde puedo amar mas y mejor? Tengo que dejarme amar. Porque no se puede dar de lo que no tienes, y se que últimamente lo estoy recuperando porque me estoy dejando querer. Un paso dado. Con el primer paso se empieza el camino, ¿no?

Vuelvo a mirarme, sonrío, y esta vez la sonrisa no es media, sino que se dibuja en toda mi cara. Algo esta cambiando. Me estoy reecontrando. Me estoy recomponiendo. Me estoy cuidando y curando.

domingo, 19 de julio de 2015

Sigo en camino

Hoy escribo intentando poner orden a mi caos. Si bien es cierto que he ido dando pasos hacia ello esta mañana, todavía me encuentro resituándome en el camino. 
Parece que el horizonte aunque parecía perdido sigue brillando a lo lejos, sigue siendo esa meta a la que quiero llegar y que el camino sigue estando con sus piedras, con compañía, quizás no la misma en su totalidad pero si con manos que han ido cuidando y acompañando desde hace tiempo y nuevas que se ofrecen a cuidar y acompañar desde la novedad y ese momento del camino. 
También sigue habiendo bifurcaciones, señales que indican a varios sentidos y un paisaje cambiante, como la climatología que lo acompaña. Lo que es distinto esta vez en este paisaje, soy yo. Yo sigo siendo Carolina, sigo teniendo mis cosas buenas, que poco a poco voy reconociendo, aceptando y queriendo, y mis mierdecillas, mis diferencias o disonancias, que también me hacen especial, en las que tengo que trabajar pero querer de igual manera.
A demás me descubro en el camino con ideas nuevas sobre el mundo, sobre las personas, sobre el servicio y sobre mi mundo. Me descubro buscando respuesta a preguntas casi sin formular, con ganas de aprender mas y mas sobre tantas cosas que desconozco pero que quiero conocer.
En el camino, también encuentro sueños cumplidos, obstáculos que parecían insuperables ya a mi espalda, y en mi mochila las lecciones que al pasarlos he aprendido.  
Y lo mas bonito de revisar mi camino, de echar la vista atrás y comprobar lo avanzado, encuentro algo que me roba una sonrisa y me alegra el corazón, encuentro una lección que ha dejado de ser teórica y la he llevado a mi vida, la he vivido, la vivo cada día aunque muchos de esos días es inconscientemente, cada  paso que he dado me ha acercado más al Padre, me descubro cuidada por Él en mi debilidad, amada cuando menos lo merecía pero mas lo necesitada, afortunada por tantas personas de las que se sirve para acompañar mi camino y sorprendida de la cantidad de espacio que le he cedido de un tiempo a esta parte en mi vida, en mi cotidianidad. 


“El guerrero de la luz se concentra en los pequeños milagros de la vida diaria. Si es capaz de ver lo bello, es porque la trae dentro de si, ya que el mundo es un espejo y devuelve a cada mujer el reflejo de su propio rostro. Aún conociendo sus defectos y limitaciones, el guerrero hace lo posible por mantener el buen humor en los momentos de crisis. Al fin y al cabo, el mundo se está esforzando en ayudarlo, aún cuando todo a su alrededor parezca decir lo contrario.”

miércoles, 8 de julio de 2015

Echo de menos

Otra noche en este cálido verano de Madrid. Aun con la ventana abierta de par en par no consigo que entre ni una bocanada de aire que libere los mil pensamientos que ocupan mi mente, esos que se entremezclan con mis sentimientos, las dudas, las contradicciones, los enfrentamientos cabeza corazón y los protagonistas de siempre, mis miedos. De fondo suena mi música, la que uso mientras escribo, la que me lleva a mil lugares con solo cerrar los ojos y permitirme evadirme de todo aquello que no sea la melodía que marca la canción.

Después de un rato con los ojos cerrados y los recuerdos fluyendo por mi habitación me doy cuenta que lo que hoy me pasa es que echo de menos, y no echo de menos a alguien, sino mas bien algo.

Echo de menos esa sonrisa robada sin motivo, ni momento esperado.
Echo de menos una caricia que rompa todas las ataduras que no me dejan libertad.
Echo de menos encontrarte en el lugar menos esperando y preguntarme qué pasará por tu mente cuando tu mirada se cruza con la mía.
Echo de menos el sonido que produce un “te quiero”.
Echo de menos mi corazón palpitar cuando alguien te responde "yo también te quiero".
Echo de menos que me pille la madrugada hablando por teléfono, y que las horas de sueño sean lo menos importante porque estoy enfrascada en una conversación cuyo único propósito es cambiar el mundo, mi mundo, tu mundo.
Echo de menos picarme por tonterías, acabar en una guerra de almohadas por el lado derecho de la cama.
Echo de menos el sabor de unos labios, unos labios que me den un beso de verdad, un beso sincero, no un beso regalado porque sí.
Echo de menos el ser capaz de soñar despierta, alejada de la realidad, allí donde solo estoy yo con mis sueños y nadie puede venir a molestarme.
Echo de menos esas miradas que lo dicen todo, que regalan silencios llenos de emociones, sentimientos y estados.
Echo de menos un beso en la frente, un beso cargado de ternura, amor y protección.
Echo de menos ese piropo que tan nerviosa me pone, pero que tanto me gusta.

Echo de menos leer historias de amor como antes.