Queremos
que crezca como los demás, que se desarrolle como los demás, que viva como los demás.
Queremos que sea como los demás porque tenemos miedo. Miedo a la
diferencia. Miedo al futuro. Pero ella no tiene miedo. La mayoría de los niños
pequeños son así. Eso es lo que les permite saltar sin temblar desde lo alto de
la mesa para aterrizar en los brazos abiertos de su papa. No tiene miedo, y si
confianza. Ahí es donde reside la fuerza de Thaïs. Y su serenidad. El mañana no
le suscita inquietud, porque no piensa en el. Y además confía en nosotros. Sabe
que estaremos ahí pase lo que pase. Quiere seguir su camino plácidamente…incluso
si ese camino es escarpado, incluso si ya no puede caminar. Este camino es toda
su vida. Lo acepta tal y como llega, sin compararlo con el de los demás. Experimenta
dificultades, pero aprecia igualmente los buenos momentos. Todos esos pequeños
detalles que no vemos porque estamos cegados por la pena y el miedo.
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