domingo, 9 de febrero de 2020

C A C T U S

"Eres un poco cactus..."

Si te pido que pienses en un cactus lo primero que se te va a venir a la mente, probablemente son sus espinas, esas que si las tocas sin querer te pueden llegar a hacer daño. 

Y si empiezo mi entrada hablando de que soy un poco cactus, puedes asociar ese pensamiento a que yo tengo espinas y que si las tocas te puedo hacer daño. 
Y tu pensamiento no va desencaminado.

Creo que todos tenemos nuestras espinas. 
Y podemos llamar espina a ese amor que se termino y dejo una brecha abierta y miles de dudas.
O esa persona en la que tanto confiaste y que, de repente un día, te falló.
Ese sueño truncado.
Ese "no puedes" que se hizo real, y con él muchos otros detrás.
Espina puede ser aquello que viviste en la infancia y que marca tu hoy. 

Y en ese sentido, si soy un poco cactus.

Pero para mi la magia de los cactus se esconden en su interior. Son plantas robustas y fuertes, que tienen que defenderse con sus pinchos o que al menos dan apariencia de ello, pero si le das tiempo, si tienes paciencia y no te alejas, puedes disfrutar de las flores de colores que florecen en ellos. 
Flores que te ganan.

Y es que para mi el cactus es un símbolo más, en mi vida, de una de mis palabras favoritas, resiliencia. Sobreviven a la adversidad, viven con lo justo en condiciones muchas veces muy áridas y aún así florecen, se llenan de color, y aunque la flor no dure más de dos o tres días, pasado el tiempo vuelve a florecer. 

A pesar de ser plantas robustas y fuertes, necesitan lo mismo que todas las plantas, necesitan agua, oxígeno, luz y sales minerales. 

Y esto me lleva a recordar que las personas que en apariencia son fuertes, que parece que pueden con todo o que tienen la capacidad de superación ante la dificultad también necesitan lo que todas las personas; un abrazo en un mal momento, la palabra de aliento cuando parece que no puede más, el sentir hogar a quien a pesar de los pinchos sigue cerca para ver florecer. 

Así que, si eres un poco cactus como yo, permítete cuidarte de aquellos que aun viendo las espinas se quedan cerca, permítete ayudar, ser acompañado en ese momento en el que todo se tambalea y agradece el camino compartido. 

Y si estás cerca de un cactus, no te olvides de que también necesita ese abrazo, que a veces por cabezonería y a veces por miedo, no pide. Regálale esa palabra de ánimo en un día torcido o esa sonrisa que puede cambiar el sentido a las cosas.