A veces la vida nos hace tomar decisiones difíciles, nos
pone en lugares donde nunca nos hubiéramos imaginado y nos obliga a enfrentarnos
a esos “yo nunca…” que siempre hemos
arrastrado.
Y como todo en esta vida, puedes hacer dos cosas: o
enfrentas ese miedo, te agarras a ese “porque
no”, y lo intentas, con todas sus consecuencias, sabiendo que si sale bien
puedes ser muy feliz o te paralizas, lo apartas, lo das de lado, te dejas
vencer por los miedos y añades un “qué
hubiera pasado si…” a esa colección interminable de ellos.
Yo no soy más que una chica con 21 años y una poca vida
en la espalda, pero te diré que en este tiempo he aprendido que es mejor
arrepentirse de lo que uno hace que de lo que uno deja de hacer por miedo a que
le rompan el corazón o a que la cosa no salga bien.
Y sí, claro que suena a topicazo, pero es verdad. Y muchas
veces nos planteamos cosas sencillas y puede que muy beneficiosas por ese
miedo. Nos han enseñado a que es mejor acercarse a las personas pero no
implicarse, que es mejor pasar por encima a dejarse ver por dentro. Que decir “te
quiero” es algo muy chungo y que enamorarse parece que son cosas que solo pasan
en las películas.
Pero te diré algo, creo que la vida está en eso, en los
sentimientos, en el enamorarse día a día, en el dar un poquito de ti, ¿y quién
sabe? Quizás recibas algo que sume y saque algo mejor de ahí.
¿Qué te van a hacer daño? Casi seguro que sí. Pero ¿y lo
bonito que es un corazón con cicatrices?
Aquí pueden saltar las alarmas, lo bonito en esta
sociedad es lo que es perfecto, la chica perfecta, con las curvas perfectas,
con un pelo perfecto, la cara perfecta, la vida perfecta o el chico perfecto, con
su cuerpo perfecto, la ropa perfecta, la vida perfecta. Pues no, lo bonito está
en ser las imperfecciones que cada uno tenemos, en mostrarnos humanos, porque
al fin y al cabo es lo que somos.
Es verdad que tenemos nuestras virtudes, y algunas
personas, tienen muchas y muy valiosas, pero incluso esas personas tienen sus
defectos, y algunos serán pequeñitos pero otros serán grandes y los tendrán más
o menos escondidos, pero eso no les resta belleza. Lo bonito esta en ver a esa
persona con sus defectos y sus virtudes y que te diga “esta soy yo, con todo esto bueno y también esto malo, y quiero
quererte a ti con todo lo bueno pero también con todo lo malo, porque ahí, ahí se
esconde tu verdadera esencia”.
Y volviendo al tema del daño, te harán daño, te romperán el
corazón y quizás te roben algún pedazo. Pero en ti estará el poder de volver a
reconstruirlo, de ponerle alguna tirita y si es necesario algún punto
americano. Y cuando creas que se ha vuelto a construir, cuando te sientas
preparada o preparado, y cuando las personas que te han acompañado (que seguro
que hay más de una, y te harán mucho bien) te animen (o no) a dar otro paso,
vuelve a intentarlo.
La vida no es muy larga, y el tiempo pasa rápido, así que
vive humanamente, disfrutando de cada momento, con cada persona que decida
pasar por tu vida y que tú la invites a entrar, y hazlo con sencillez, desde lo
mejor de ti, con miedo y dudas, pero con la capacidad de dejarte sorprender,
aprender y construir.
Porque una herida deja una cicatriz que cuenta una
historia que te ha traído hasta hoy.
Un muro caído puede dejarte ver el tesoro que esconde
detrás, regalarte una nueva oportunidad.
Una noche de llanto acabará cuando salga el sol, y tus
ojos estarán limpios para ver un nuevo amanecer, un nuevo día.
Toda cara tiene su cruz, y toda cruz su cara. La vida es
como una moneda.
Todo tiene una lección guardada para nosotros, no te
quedes en lo feo, o en el miedo o lo mano. No cojas el palo de remover mierda y
te pases los días removiéndola.
Levantate, cambia de posición, busca una nueva
perspectiva, ¿y quién sabe si no es ahí, en ese nuevo lugar, donde encuentres
la verdadera belleza?