miércoles, 9 de septiembre de 2015

Donde pongo mi corazón

Esta aventura llega a su fin y con ella casi toco el final del verano, un verano cargado de recuerdos, historias, personas y sobre todo lecciones bien aprendidas.

Puedo decir que este verano me ha enseñado a cerrar heridas y a curarme. Me ha regalado una fuerza extra. Y me ha grabado una gran lección, “allí donde tienes tu corazón, tienes un tesoro”.

Durante estos meses me he repetido día tras día una pregunta, de esas que son sencillas de formular y responder si lo haces sin pararte a pensar, pero complicadas si te propones contestar sinceramente (supongo que como la mayoría de preguntas que nos hacemos y repercuten en nuestra vida), y la sencilla y compleja pregunta es “¿Allí donde yo diariamente pongo mi corazón reconozco un tesoro?”, también me la formulaba de otra manera, “¿Quiero el tesoro donde pongo mi corazón día a día?” o “¿En verdad pongo mi corazón en eso que considero que me hace feliz, y por tanto, cuido o debería cuidar cual tesoro que es?”

Cambiar la forma de preguntarme lo mismo, era por facilitarme la tarea de contestar, pero no lo lograba, al contrario complicaba las cosas aun más.

Después de todo el verano dándole vueltas y consiguiendo pocas respuestas sinceras, aquí en Sevilla he encontrado la respuesta. Tras días un poco raros, me he dedicado a observar a la enana de mi prima, y he comprendido lo que es poner el corazón en algo, y considerarlo por tanto un gran tesoro. He visto como todo los momentos importantes para ella en casa están acompañados de su mantita rosa,  como la ayuda a crear un sillón súper cómodo en el suelo, como la arropa cuando tiene algo de frio y como la da seguridad y se lleva los miedos a la hora de irse a dormir. He descubierto el papel tan importante que tiene para ella su mama, es su compañera de camino, a la que le cuenta los secretos en el oído para que nadie más los oiga, como juega con ella, regaña con ella y la regala un “te quiero mucho”, y aunque se enfaden, se peleen siempre hay una bonita reconciliación en la que no se guarda nada de rencor. Como busca los abrazos de papa, sus miradas de complicidad y la aprobación de él diciendo que son del mismo equipo, del mejor.

Y ahí, me descubro yo en mi día a día con muchas personas, en muchos lugares y con muchas tareas, propias o encomendadas, adquiridas por propia voluntad o prestadas de alguien que en ese momento se descargo conmigo y no reconozco tesoros en todos esos sitios, aunque muchas veces si reconozco mi corazón, porque reconozco el dolor que me produce perderlo o la rabia porque no salga bien.


Y aquí va mi propósito de este curso, quiero poner mi corazón en aquello que quiero considerar un tesoro, y responsabilizarme de cuidarlo, quererlo, trabajarlo, como un tesoro merece, aunque suponga renunciar a diferentes partes de mi vida, que quizás no son el momento de cuidar o quizás no son mis tesoros. Es hora de priorizar, de decidir, desde el corazón y contando con lo que Él quiere para mí. Es hora de abrir los oídos y el corazón, ponerme en Sus manos, y decir de verdad, “Aquí estoy Señor, para hacer tu voluntad”.

miércoles, 2 de septiembre de 2015

De nuevo Septiembre.

Septiembre. De nuevo mi mes. El segundo mes del año que te da la oportunidad de empezar de nuevo, casi como Enero. Estrenas curso y no cambio de cifra del año. Eso tiene algo bueno, no gastare tipex innecesario cuando al poner la fecha no cambie el año.

¿Es el comienzo lo que me da miedo o es no saber cómo será el final? ¿Es este tambaleo de última hora un augurio de lo que tiene que venir este curso? En caso de ser así, ¿seré capaz de dejarme llevar o seguiré luchando por controlar?

Si algo he aprendido en este último curso es que la vida es impredecible y por más que intente controlar, las cosas saldrán como tienen que salir en realidad. Y últimamente parece que lo que tiene que salir es contrario a lo que yo quiero, y si no es contrario, si muy distinto. Y por eso, tras un día de esos que el nudo en el estómago amanece contigo y no te deja sola ni para irte a dormir, me intento imaginar un curso sin controlar. 

Con esto no quiero decir que vaya a pasar de todo y que las cosas ya pasaran como tengan que ser, eso sería demasiado irresponsable y alocado incluso para mí, pero si dejarme llevar (que dicho sea de paso, suena hasta bien), no forzarme a sentir cosas que no siento y no ponerle frenos cuando si sienta de verdad, no preguntarme constantemente que expectativas tiene el otro de mí, sino forzarme a hacerme feliz (yo a mi), cambiar mis armaduras de miedo, frialdad, bordería, distante, fuerza… por un manto sencillo (como el guerrero de la luz), un manto de Fe, quiero tener presente mis dos palabras favoritas “confía” y “permanece” siempre teniendo presente que también tengo que currarme mi parte, quiero dar lo mejor de mi (que poco a poco voy descubriendo que es mas de lo que yo pensaba), y quiero un curso con agotamiento fruto del no parar, mucho estudio y poco sueño, café en abundancia, fiesta, cervezas con amigos y noches de confesiones, tardes de no hacer nada, baloncesto… pero sobre todo un curso en el que sea feliz y me sienta feliz por lo que tengo, lo que lucho por conseguir y lo que soy.


Septiembre es el mes de volver, pero yo quiero elegir como volver. Y esta vez, no sé cómo será la acogida pero sé que vuelvo como hace mucho me fui, con mi sonrisa, mis ganas y muchos sueños por cumplir.