Cuantas veces nos han dicho que Dios no da grandes cargas a espaldas pequeñas, sino que Él, que tanto nos conoce nos da la carga que nosotros podemos soportar.
Pero yo, después de este mes, me pregunto, ¿cómo sabe Él la fuerza que yo puedo llegar a tener si yo misma flaqueo cuando menos me lo espero?
Supongo que la respuesta es sencilla de palabra y complicada de acción. La respuesta es que Él va conmigo en este camino y que si yo flaqueo, el será el que cargue con mi peso hasta que yo me reponga y sea capaz de continuar yo, con mis fuerzas y su compañía.
Y sí, es una respuesta bonita y a mi me da seguridad saberla y haberla vivido en algunos de los momentos de mi vida, pero ahora, ahora siento que la cruz se me viene encima, que me va aplastando y haciéndome pequeñita, y que en vez de ser capaz de acogerme a Él, a su grandeza, a pedirle ayuda y sobre todo a ser capaz de dejarme ayudar, decido dejar al cruz a un lado y vivir a mi manera, a mi bola, sin pensar en ella y mucho menos, sin tenerle en cuenta a Él.
Creo que ahí es donde esta mi falta, esa que ultimamente se agravia y se hace mas fuerte, esa falta que si la sumas a las que ya tengo, hace que el vacío que hay en mi ahora de miedo. Es esa sensación que sale en las películas cuando el bueno es perseguido por el malo y se enfrenta a un precipicio enorme, con metros y metros de desnivel. Esa sensación de miedo, de no saber que hacer, de incertidumbre, ese nudo en el estomago que hace que también se te encoja el pecho y te cueste tragar por la bola que tienes en la garganta y que desencadena las lagrimas que cubre tu rostro y no te dejan ver con claridad, esa sensación tengo yo.
Y aquí me encuentro con dos opciones, me dejo coger por el malo, por mi pasotismo, mi dejadez, mi me da igual todo y que sea y venga lo que tenga que ser y venir, me arriesgo a que la gente de mi alrededor, esa que me quiere y que supongo que me aprecia se canse de esta situación y con todo el sentido del mundo, hagan su vida sin mi. O aun con la visión nublada de las lagrimas, saco el coraje de donde no lo tengo y salto al precipicio, doy ese salto de fe que me lleve de vuelta a Él, a mi cruz y mis heridas, a mis miedos y mis caídas pero sabiendo que Él estará conmigo, que cuando no pueda mas, el sostendrá todo eso que me agobia y me dará un respiro.
He aquí mi momento, he aquí mi decisión.
Es hora de volver a CONFIAR Y PERMANECER.