viernes, 10 de enero de 2014

Y tú, ¿crees en los milagros?

Al comienzo de las vacaciones de Navidad, un chico algo incrédulo, me pregunto, "¿Tú crees en los milagros?" Y yo, tan segura de mi misma le dije, "Pues claro, como no voy a creer en los milagros".
He de decir que esa afirmación tan rotunda la dije en un lugar especial, Cercedilla, un lugar donde los milagros están a tu alrededor, donde suceden en cada momento.
Yo volví a casa, y de vez en cuando me acordaba de esa conversación. Seguía creyendo lo mismo, pero encontrar ejemplos, me resultaba complicado, hasta que un día me di cuenta de que no buscaba en el camino correcto.
Es cierto que los milagros de los que nos hablan en la Iglesia son como de ciencia ficción. Como el del Evangelio de hoy en el que un leproso le pide que le limpie y va Jesús y con tres palabras le deja curado de una enfermedad que lleva arrastrando toda su vida.
Visto así, parece sacado de una película, de algo super irrealista, y esta claro que si yo busco milagros así en mi corta vida, no los encuentro ni de broma.
Pero me pare a pensar, me sente delante del ordenador y empece a escribir mis milagros, y la verdad es que conseguí encontrar muchos. 
El más grande de todos, el de la vida, el de que yo este aquí, con mi familia, viviendo una vida en la que todas mis necesidades están cubiertas, en las que tengo muchas mas cosas de las realmente necesarias, en las que no me falta nada sino quiero que falte.
Pero también hay mas milagros o milagrillos como he decidido llamar a esos que suceden día a día y que muchas veces nos pasan desapercibidos.
Para mi un milagro es que cada viernes alguien que tiene una situación difícil, que sufre y que la vida no le trata bien, venga con su humildad y su mejor de las sonrisas y que se preocupe de como te ha ido la semana, los exámenes, en casa... Y que si por alguna razón nota que no estas bien, intente animarte y hacerte ver las cosas buenas que hay a tu alrededor.
Un milagro es que un domingo entre triste a dar catequesis a los enanos, sin mucha seguridad de lo que voy a decir o como lo voy a hacer, y salga una catequesis increíble, en la que salimos una hora después habiendo disfrutado y aprendido un montón.
También considero milagro a esa persona que aparece en el momento indicado con las palabras necesarias, suena a tópico, pero a veces, sin que esa persona sepa que es lo que necesitas te lo regala. ¿No es un bonito milagro?
Pero milagro es esa mirada que se cruza con la tuya en el metro y te saca de tus pensamientos mas feos del día, o esa sonrisa de un compañero de clase que te devuelve la tuya que te habías olvidado en casa, o esa palmada en la espalda durante un partido que te transmite la fuerza necesaria para dar lo mejor de ti en la pista. Las personas que nos rodean, son un milagro, cada una a su manera y forma, pero todas ellas milagrillos y de los buenos.

Con esto llego a una conclusión. Oímos la palabra milagro y la asociamos a cosas grandiosas, cosas que rozan lo imposible, y es cierto que es así, que un milagro es como un regalo que esconde algo que tu habías olvidado o pedido, y aunque es grandioso se esconde en las pequeñas cosas, en los gestos mas normales, en las situaciones mas cotidianas.

Y tú, ¿crees en los milagros?